El gesto de comprar un disco
El pasado 11 de noviembre el grupo irlandés The Corrs lanzaba su último disco, y lo hacía público a la vez de forma física y en las plataformas musicales de streaming. Como buen fan del grupo, rápidamente lo adquirí online para poder disfrutar de las canciones, pero también me acerqué a comprármelo físicamente, ya que leer los libretos que acompañan a los discos es algo que me parece fascinante, leer las letras (aunque estén en internet), las fotografías, quién ha hecho los arreglos, etc.
Acudí a la única tienda tradicional de discos que queda en Málaga, Discos Candilejas, que desde marzo se encuentra ubicada en una nueva localización creada recientemente para dar cabida a proyectos empresariales emprendedores, en pleno centro de la ciudad. La tienda no está ahí porque sea nueva – abrió sus puertas en 1978-, pero debido a la expiración de los alquileres de renta antigua y a las pocas ventas, su dueño echó el cierre a finales de 2016, retomando el negocio uno de sus empleados con un enfoque distinto, más orientado a la venta de objetos relacionados con la música, ya que música, desgraciadamente, se vende poca.
Al pedirle el nuevo CD de los Corrs, me sorprende su respuesta: «puedo traértelo, pero va a llegar más tarde que a las tiendas grandes y más caro, ya que las discográficas no nos tratan muy bien, no vendemos mucho, luego nos hacen precios más caros». Aún así, le pido el CD, ya que el hecho de comprarlo en esa tienda, para mí, es casi lo más atractivo del asunto.
Pasados unos días, concretamente una semana después de que el disco estuviera disponible en las grandes superficies, recibo la llamada de Fran, el propietario de Candilejas, comentándome que ya le había llegado. Me acerco a la tienda, me llevo el disco, y más feliz que una perdiz. El disco lo adquiero al precio de 21 euros, lo cual supone apenas tres euros de ganancia para la tienda.
Todavía resonando en mi cabeza la conversación previa sobre las ventajas en plazo de entrega y precio de las grandes superficies, no puedo resistirme a comprobar si era real aquello que comentaba, así que entro en FNAC y en El Corte Inglés. El precio del disco en estas grandes superficies es de 17,99 euros, tres euros más barato que en la tienda tradicional.
Esto me lleva a reflexionar acerca de la realidad de los negocios tradicionales. Vaya por delante que el precio de los discos me parece desorbitado, pero es evidente que las discográficas no apuestan por los negocios especializados, que dan un trato personalizado, donde tienen público fijo, amante de la música, fiel, entendido, entusiasmado. Llegará el momento en el que ni siquiera las grandes superficies les interesen. Un día recibirán la llamada de Amazon, exigiendo: «Hola Warner Music, quiero tantas copias, de estos discos, y los quiero a este precio, porque yo los voy a vender a este otro. Y como no me los pongas a ese precio no vas a vener ninguno, porque yo soy la única empresa que vende, y no porque seamos los más baratos, sino porque ya no queda otra».
¿Dónde quedará el charlar con el dependiente especializado? Aquel que conoce los discos, los grupos, que sabe del tema. Aquel que, cuando eras pequeño, admirabas porque sabía los nombres de los grupos y era el primero en tener los álbumes. Me da mucha pena. Ojalá sobreviva Candilejas. Cada vez es más pequeña, apenas tiene discos. Pero si se lo pides, te lo trae. Más caro, más tarde. Pero te lo trae a ti. Porque tú eres importante para la tienda. Tienes nombre y apellidos. Tienes conversación. Y eso es romántico.
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