Salir de nazareno en la Expiración
Me levanto con una sensación agridulce y escribo esto del tirón. Se acabó, hasta el año que viene. Ya pasó. Salir de nazareno en la Expiración forma parte de mi vida desde que nací. Salir de nazareno en la Expiración es encontrarme conmigo mismo y con todas las personas que han hecho de mi lo que hoy día soy. Me gusta el anonimato. Me gusta andar por calles sin que nadie me conozca. Ver a personas, sus caras, sus gestos, sus miradas. Cómo se comportan cuando creen que nadie les mira. Cómo se abrazan o se besan en la madrugada. El olor de la ciudad es distinto a través del capirote. La temperatura también. El silencio también. Ése silencio agradable buscado por ti, cuando no hace falta hablar. Como cuando estás al lado de una persona que te da paz, y el silencio entre vosotros es ése lenguaje que sólo entendéis los dos. Salir de nazareno en la Expiración es Málaga, la playa de Pedregalejo, el primer coche que recuerdas de tu familia o el bocadillo de nocilla que merendabas en verano. Porque salir de nazareno en la Expiración es recorrer tu vida en unas horas. Es mirar a través de los ojos de los que te miran. Es sentirte vulnerable pero en buenas manos. Es sentirte persona. Salir de nazareno en la Expiración es acompañar al Cristo y a la Virgen, dos esculturas hechas por el hombre, que tienen manos, pelo, piernas o costillas, pero que contienen trascendencia. Que te llevan al origen de la vida. Que te llevan a Dios. Salir de nazareno en la Expiración es una de mis contradicciones en la vida, cuanto más me canso más quiero salir. Cuanto menos ganas tengo de salir más quiero salir. La contradicción que tengo con el mundo cofrade, del que detesto ciertos aspectos de la misma forma que adoro otros. La contradicción que siempre me acompaña de querer salir corriendo de sitios donde estoy a gusto. La contradicción de quedarme cuando sé que no es mi sitio. Salir en la Expiración es buscar la mirada cómplice de mi madre en la rotonda de Larios, en nuestras sillas, donde veíamos la procesiones, donde crecíamos, donde hacíamos familia. Salir en la Expiración es el abrazo cuando terminas. Salir en la Expiración es volver a empezar. Es un ciclo. Porque salir en la Expiración nunca se termina, como los ciclos. Sólo se renuevan.
Tus palabras describen con detalle el conjunto de sensaciones que implica acompañar a nuestra Expiracion por las calles de Málaga. Palabras que comparto y afirmo pues han sido muchos años donde esa contradicción que describes también me embargaba. Gracias a ti por divulgarlas y hacer escuela de ese sentimiento
Esta semana es un ciclo para muchos que al igual que tu, crecimos con el olor a incienso, la túnica preparada desde el principio de cuaresma y la ilusión de que el Viernes de Dolores ya era Semana Santa, porque salía el traslado de la Expiración… Uno de los inconvenientes de hacerse mayor es que la Semana Santa sigue llegando, pero con nostalgia y un sentimiento agridulce.
Gracias por tus palabras.